Se ha hablado mucho y de manera insistente del “círculo rojo” aparentemente constituido por personajes que desconfían de los resultados de las urnas y, desde las sombras, pretenden influir en la vida política mediante presiones y extorsiones en favor de sus intereses. No me consta la existencia del “círculo”, ni si es apropiado el nombre que se le asigna. Tampoco podría identificar a sus integrantes, aunque no sería difícil deducir quiénes son eventuales candidatos a participar de esa supuesta organización conspirativa. No hay duda de que existe. Y es fácil comprender el sentido que le atribuyen quienes, intentando ponerle transparencia a la vida política y ciudadana, advierten y denuncian las operaciones secretas.