Superada la idea restrictiva que recortaba y limitaba lo público a lo meramente estatal, es menester que los comunicadores nos preguntemos por la importancia de ese espacio y por nuestro modo de presencia allí. Lo público, entendido como aquello que concierne a todos y como ámbito donde se desenvuelve la ciudadanía para la consideración y el debate de los asuntos comunes y para la re-construcción del tejido social, es hoy por hoy lugar insoslayable para la comunicación.
Las culturas, a través de la red multidimensional de los fenómenos lingüísticos, tal como lo señala Denise Najmanovich, son la manifestación evidente de las prácticas sociales. Esto es lo que nos permite, desde la perspectiva de la comunicación, constituir a esta prácticas en objeto de nuestro análisis.
Son tan frecuentes y excesivas las afirmaciones sobre la “necesidad” del diálogo que llegan a abrumarnos y hasta nos hacen perder el sentido de lo que ello realmente significa. Sin embargo, tal saturación de declaraciones formales está aún muy por debajo de la infinita cantidad de actitudes y prácticas que, en lo privado, en lo público y en los ámbitos nacionales e internacionales, obstruyen la posibilidad del diálogo. El diálogo necesita menos declamaciones y más acciones que lo pongan en práctica.
Durante el año 2010 dos episodios reinstalaron en la Argentina el debate sobre la cuestión ciudadana y política. Ambos estuvieron referidos a acontecimientos político sociales y asociados con el ámbito de lo público, entendido éste tanto como escenario común donde se visibiliza la acción política de los actores populares, como lugar simbólico proyectado por el sistema de medios de comunicación para ingresar en el ámbito difícilmente delimitable de las audiencias. Estos dos episodios a los que nos referimos fueron por un lado los festejos del Bicentenario del comienzo de las luchas independentistas –acontecimientos populares ocurridos en torno al 9 de julio- y, por otro, el hecho excepcional de la manifestación popular en las exequias del ex presidente Néstor Kirchner, fallecido el 27 de octubre.
La comunicación, en sus más diferentes significados, constituye una característica fundamental de la vida contemporánea. Como dato constitutivo de la realidad es un componente ineludible para comprender la dinámica de la vida social. Como disciplina y como categoría tiene que ser considerada para entender el sentido de las prácticas históricas en las que estamos insertos. Del mismo modo, cuando nos desafiamos a pensar y analizar el campo de la salud, el componente comunicacional es ineludible. Toda consideración sobre la salud tiene que tener en cuenta la comunicación y ese sólo hecho da lugar a la constitución de lo que, en diferentes acepciones, denominamos comunicación para la salud.